
La responsabilidad, los nervios y la inexperiencia pasaron factura a Estudiantes en el momento en que nadie lo esperaba. En vez de salir a disfrutar de un partido histórico, los colegiales salieron tensos, apagados y sin chispa. Los de Sainz siempre llevaron la iniciativa y fulminaron a un equipo colegial muy triste y sin ideas ofensivas. En el descanso ya acumulaban 19 puntos de retraso (51-36), y aunque Miguel Ángel Martín buscó en la defensa zonal el arma capaz de herir a los badaloneses, no fue posible. Rafa Jofresa, con un triple sobre la sirena, puso la máxima diferencia del encuentro: 91-69.
Con un visible rostro de decepción, el técnico madrileño declaraba que: La clave ha estado en que Pressley, Villacampa y los hermanos Jofresa han sabido jugar a su nivel y a nosotros nos pesó la responsabilidad. Yo deseo de todo corazón que el Joventut sea el campeón. También lo deseaban todos los dementes que, no contentos con hacer salir a sus jugadores a saludar, acabaron aclamando también al conjunto badalonés para que compareciera y se uniera a la pista. Se trataba de un gesto deportivo casi sin precedentes en el baloncesto europeo, tan dado aquellos años a las barbaridades de aficionados griegos, italianos (y eso que los turcos, baloncestísticamente hablando, todavía no eran nadie). Un editorial de Paco Torres, publicado en Gigantes del Básket el 27 de abril de 1992, resume bien a las claras la profunda impresión causada por la Demencia en Estambul: Cuando al término del encuentro semifinal entre el Joventut y el Estudiantes la Demencia reclamó a la Penya tras haber hecho saludar a sus toreros, se me acercó un colega italiano para decirme: “Esto es bellísimo. En Italia es impensable que dos hinchadas confraternicen, y que tras un encuentro la que pierde aplauda al que gane, ¿cómo es posible esto?” Rebosando orgullo y con un nudo en la garganta, acerté a contestar: “Porque aman el baloncesto”. Por supuesto, de eso a nadie le ha de quedar duda. Tal vez no haya habido un grupo de animación que haya demostrado en tantas ocasiones su puro amor por el baloncesto, que va más allá de unos colores, como lo ha hecho la Demencia. Por eso, apenas un mes más tarde de estos sucesos, una representación de ilustres dementes, encabezada por José Luis Belinchón, acudió al Palacio de la Zarzuela el premio Infantas de España, uno de los premios nacionales del deporte que entrega anualmente el Consejo Superior de Deportes. Tan meritoria recompensa fue un digno colofón al extraordinario comportamiento de la Demencia en aquella temporada, que transmitió por toda Europa una exquisita imagen del deporte español. No era la primera vez que los aficionados de Estudiantes recibían tan amplio reconocimiento; por supuesto, tampoco será la última, eso téngalo seguro. La herencia de estos chicos y chicas va pasando de generación a generación y, con más o menos altibajos, la Demencia mantendrá su esencia durante los tiempos venideros. El 16 de abril de 1992 Estudiantes perdió contra el Phillips de Milán (99-81) el siempre intrascendente y muchas ocasiones fastidioso partido de consolación de la Liga Europea. Lo único realmente curioso fue ver pelear a un bravo Alfonso Reyes contra Baby Gorila Dawkins, mientras que la Demencia seguía con su particular fiesta en las gradas y animaba incansablemente a su equipo fuera como fuese el marcador. Más tarde, todos enmudecieron en el Abdi Ipekçi cuando un increíble triple de Sale Djordjevic, en el último segundo de la final, birló a la Penya un título continental que los de Sáinz casi acariciaban. El técnico balcánico Zeljko Obradovic, recién retirado de la práctica activa del baloncesto, logró así su primera flor en el…, vamos, el primer título europeo de su largo y fructífero… jardín.