Hace hoy 25 años se escribieron las primeras líneas de una de las mejores páginas de la historia del Club Estudiantes: el mágico 1992.
El 5 de marzo de ese año olímpico comenzaba la Copa del Rey en Granada, a la que el Estu no llegaba precisamente como uno de los favoritos: Azofra lesionado, tras perder de 32 contra el Barcelona, con una gran carga de partidos por el buen papel en Liga Europea, y encima como rival en cuartos un Real Madrid que venía on fire. Así se contaba en el libro “Club Estudiantes. 60 años de baloncesto”, editado en 2008 por la Fundación Estudiantes. La peor noticia para los colegiales no fue ya la derrota por 32 puntos, sino que Azofra se retiró lesionado en la primera parte. Tenía un fortísimo golpe en el codo que, para colmo de males, más tarde se supo que le impediría jugar en la Copa del Rey ante el Real Madrid. La competición copera se disputaba con el mismo formato de la campaña anterior, así que para algunos equipos empezó en septiembre de 1991, pero no para Estudiantes, clasificado como cabeza de serie por haber quedado entre los cuatro primeros de la anterior Liga. Así que después de una primera ronda con demasiado baloncesto-control, los emparejamientos se decidieron por sorteo: Barcelona-Elosúa León, CAI Zaragoza- Taugrés Vitoria, Joventut-Valvi Girona, y el enfrentamiento que abría la Copa, nada menos que un derbi entre Estudiantes y Real Madrid. Cuenta la leyenda que, en los días previos al viaje a Granada, a un directivo estudiantil se le ocurrió insinuar que no pasaba nada si se perdía ese partido. En realidad, significaría un fin de semana de vacaciones y unos días más de descanso antes de viajar a Israel para jugar contra el Maccabi. Más o menos tal era el sentimiento general que había en el Club ante este encuentro, como se infiere, entre otros ejemplos, del hecho de que no se hubieran reservado habitaciones para el equipo en ninguno de los hoteles de la ciudad, o de que la Demencia como grupo no viajase a la urbe granadina para animar al equipo en el partido del jueves, y eso que era un derbi. En teoría, el autocar esperaría pacientemente aparcado en los alrededores del Municipal hasta que se consumase lo esperado, y todos a casa, a descansar plácidamente aguardando tiempos mejores. También cuenta esa misma leyenda que, quienes lo conocían, jamás vieron tan enfadado a John Pinone como en aquellos momentos previos a la disputa de la Copa del Rey. “¿Un fin de semana de descanso? ¿Estáis locos? ¡Es un título! ¡Y además, jugamos contra el Real Madrid!” A un ganador nato como John, la hasta entonces idiosincrasia simpática y condescendiente de Estudiantes le pareció irritante hasta llegar a la aberración de cualquier espíritu deportivo. Pero allí estaba él para cambiar una dinámica que hasta entonces no había sido nunca mal vista. A partir de entonces, Estudiantes comenzó a cambiar simpatía por competitividad, manteniendo sus valores y tradiciones pero intentando subir al menos un peldaño los objetivos generales. En palabras de Pinone, ¿quién pensaba en descansar cuando delante estaban los de blanco, y además, jugándose la posibilidad de obtener un título? La rabia y el coraje del capitán colegial (con unas gotas de antimadridismo, por qué no decirlo) insuflaron las alas necesarias al resto del equipo para hacer lo que hicieron: salir en Granada como leones de la Alhambra a morder al Real Madrid. Pero claro, una cosa eran los deseos de Pinone y de Estudiantes, y otra la realidad. Y esa realidad decía que los colegiales afrontaban el encuentro con el mucho cansancio acumulado por meses de doble batalla doméstica y europea, venían de caer sin paliativos en la pista del Barcelona y, además, su base titular, Nacho Azofra, estaba en el banquillo vestido de calle. En la víspera del partido, José Miguel Antúnez declaraba a la prensa el sentir general de los observadores:“Veo mal a mi ex-equipo. Empezaron muy bien la temporada, pero, sinceramente, creo que hoy por hoy el Real Madrid es superior y lo demostraremos”. Así que el conjunto de Luyk comenzó haciendo bueno el pronóstico general y alcanzó las primeras ventajas en el marcador gracias a la pericia de sus postes, Antonio Martín y Ricky Brown, además de la buena defensa de Cargoly Simpson sobre Herreros y Winslow. Pero Estudiantes le echó coraje en defensa y, a base de tiros forzados, recuperaciones y rebotes defensivos,remontó hasta llegar a tener ventaja en el descanso (38-30). En la reanudación se pasó por una fase de intercambio de canastas hasta un cara y cruz: el Real Madrid alcanzaba el 79-80 y el juego se detenía para que Martín diseñase un último ataque. En ese momento, Luyk debió de echar un vistazo a la estadística y darse cuenta de que Estudiantes había hecho agua en todos los intentos triples que había lanzado, así que lo tuvo claro y puso a su equipo a defender en zona. En uno de los momentos clave de la temporada, surgió de nuevo el héroe de la batalla de Milán, Juan Aísa, para reclamar su sitio en la historia colegial. Tras una buena circulación de balón, éste fue a parar a Aísa, que se jugó el último tiro. El Drogas (como era apodado Aísa en el equipo, por su afición a los trajes tipo gánster neoyorquino) lanzó además un triple que, estadística en mano, tenía todas las de perder, pero que entró en el aro madridista ante el asombro de todos. Todavía le quedó al Madrid un poco de tiempo para intentar el milagro, pero Biriukov se jugó una pedrada que no tocó ni aro y el posterior rebote y canasta de Pep Cargol se realizaron mucho después de que sonase la sirena. Estudiantes había dado muestras, una vez más, de un carácter encomiable y en un partido duro y trabado se había impuesto al eterno rival, recuperando su mejor nivel de juego justo en el momento de la temporada en que más se necesitaba. Mientras que los directivos colegiales desplazados en Granada trataban de hacerse cargo de las reservas hoteleras del Real Madrid (previsores ellos, tenían habitaciones hasta el día de la final), y mientras que los empleados del Club en Madrid comenzaban a hacer lo mismo con los autocares que la afición blanca había alquilado para viajar el fin de semana, los jugadores colegiales celebraban por todo lo alto su triunfo al tiempo que la Copa continuaba. El jueves, otro grande, el Barcelona, sufrió de lo lindo para derrotar al Elosúa León (67-62); y ya el viernes, el Valvi Girona tuvo contra las cuerdas al Joventut, aunque los verdinegros finalmente se llevaron el partido por 77-71. Para acabar la ronda, CAI Zaragoza y Taugrés disputaron un partidazo increíble, uno de los mejores que se ha visto jamás en la Copa del Rey, que cayó del lado maño por 87-83 después de dos excelsas prórrogas.