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Blog de cantera: El último encuentro (Gonzalo A. Gómez Valcarcel)

28 febrero 2012

«¿Un equipo puede remontar un partido 33 puntos abajo en unos 19 minutos y pico? ¡Imposible! ¿Puede remontarlo y ganar por más de diez puntos? Más imposible todavía». Pues Estudiantes lo hizo, en toda una final de Madrid junior, en 1997, y Gonzalo A. Gómez Valcarcel lo recuerda desde un punto de vista muy peculiar en este artículo de Basket Confidencial que reproducimos por su interés.

Blog de cantera: El último encuentro (Gonzalo A. Gómez Valcarcel)

A lo largo de la vida los apasionados al baloncesto vemos muchos partidos; lo normal es que veamos más partidos que los días que vivimos (si echamos la cuenta, tan poco es tan difícil llegar a esta cifra). Pocos de nosotros utilizamos la palabra encuentro cuando hablamos entre nosotros. En exclusiva, cuando te designan un partido como árbitro, sí que tienes un encuentro y debes de hablar de número de encuentro si te refieres a tal o cual partido. Pero ese es el respeto que tenemos que guardar a un enfrentamiento y la responsabilidad que tenemos ante ellos.

Este último encuentro se jugaba en la fase final júnior de Madrid entre los equipos de Estudiantes y Real Madrid de las generaciones de 1979 y 1980. Un 20 de abril de 1997, para ser exactos.

Antes de esta fecha, pude jugar, ver, dirigir y arbitrar muchos partidos y algunos, por especiales que fueron en mi vida, diría que los considero ‘los encuentros’. Pero eran encuentros de ‘otros’ familiares cercanos que influían demasiado en mi vida. Yo no dejaba de ser un espectador de excepción. Aquel día, volví a ser un espectador de excepción, pero ya me jugaba algo en el propio envite.

Para empezar, tengo que confesar que aquel día me hice del Real Madrid. Este ‘travestismo’ o pecado mortal si se enteran los de mi clase de la E.G.B. de Ramiro, venía a cuento, pues yo tenía que ver ganar al Madrid esa misma tarde. Contra Estudiantes, sí, contra mi equipo desde niño y menos niño, sí. Pero esa no era la razón. Mi razón estaba justificada: Yo dirigía a un equipo júnior del colegio Menesiano que necesitaba (cosas de las federaciones) que el Real Madrid fuera campeón de Madrid.

El hecho de haberme enfrentado al Real Madrid en el primer partido de liga y no al Estudiantes, me otorgaba un puesto superior en la selecta A-1 (12 equipos y yo quería ser el 9º y no el 10º) siempre y cuando el Madrid de Charly Sáinz de Aja ganara esa final.

Esta fase final se jugó en el pedazo de pabellón (más ahora) del Cerro del Telégrafo de Rivas y se llegó a los dos últimos partidos con todo por jugarse para los cuatro contendientes.

Algo surrealista se anunciaba ya en el tercer y cuarto puesto. Al final del encuentro entre el equipo de Chema Rodríguez (uno de esos grandes entrenadores de formación poco reconocido), Alcobendas y el Disermoda San Fernando Dribling de Luis Guil (no creo que haga falta su presentación), fue el presagio de la que se avecinaba. Un triple del base del equipo de Alcobendas desde el medio del campo daba la victoria y la clasificación a su equipo para el sector del Campeonato de España (entraban tres equipos). La primera gran derrota de Guil en un banquillo se gestaba de forma cruel, muy cruel. Hasta ese momento su equipo empataba el partido.

Y justo después llegó ‘el último encuentro’. El que me podía dar un puesto mejor en la clasificación final de Madrid.

Fue un auténtico rollo toda la primera parte. El Madrid daba una paliza al Estudiantes. Se habían enfrentado muchas veces en el campeonato de Madrid y Charly Sáinz de Aja y sus muchachos se llevaban la final con una superioridad enorme. Recuerdo que el Madrid logró un 75% de acierto en tiros de dos en los primeros 20 minutos (los cuatro periodos no existían todavía) y en el descanso te daban ganas de irte a tu casa.

Yo estaba tan contento, pues esa jornada me había salido bien como ‘madridista por un día’ y me quedé para ver más paliza. Estudiantes se fue al vestuario con 28 puntos anotados (un poco más que a punto por minuto) y el Madrid con 59 (para 118 si no me salen mal las cuentas). 31 puntos de diferencia al descanso entre dos equipos que se conocían hasta los cordones de las zapatillas. Surrealista, pero cierto. No había tanta diferencia en estas generaciones.

Pero, ¿qué paso para que este fuera el último encuentro (que no partido), para mí?

El Madrid salió a la pista y anotó otra canasta más. 33 puntos de diferencia y…

¿Un equipo puede remontar un partido 33 puntos abajo en unos 19 minutos y pico? ¡Imposible! ¿Puede remontarlo y ganar por más de diez puntos? Más imposible todavía. La famosa campaña de ‘Impossible is nothing’ de una marca deportiva muy famosa llegó tarde para grabar este encuentro y mostrarlo como una gesta propia de atletas.

Pues sí, a veces pienso que el pecado de hacerme pasar por ‘madridista por un día’ se volvió en mi contra por completo.

Estudiantes ganó el partido por trece puntos. El parcial total del segundo tiempo después de la canasta del Madrid fue de 20-66 en algo más de 19 minutos. Es decir, que de los 33 puntos del Madrid a los -13 del final van 46 puntos de diferencia de Estudiantes al Madrid en 19 minutos (94-81). Esto era para una película de marcianos. ¿Alguien vio algo parecido alguna vez? Yo, no.

No existe manual de lógica que explique un fenómeno así. Hubo una estrella aquel día, un jugador que tiraba de su equipo y que en vez de tirar al aro, tiraba a una piscina. Luis Ojalvo.

Coincide la diferencia del Madrid (-33) con su anotación en ese partido (33). Sin Luis Ojalvo (ni sexto hombre de la plantilla), acompañado por sus compañeros Rubén Ibeas (24), Paco González (pívot para coger todos los rebotes), y el base que no quiso llegar a la ACB (porque no le dio la gana) Luis Muñoz (12) fueron los que orquestaron la remontada más importante que haya podido ver en mi vida y que no creo que pueda volver a ver nunca jamás.

Todos los allí presentes estábamos acojonados. Cada ataque del Madrid era un despropósito. Cada ataque de Estudiantes era canasta. Es posible que fuera la mitad que menos balones se perdieron por parte de un equipo (Estudiantes) en la historia. Sólo lo saben ellos, los protagonistas.

Todo el mundo quería el vídeo del partido para hacer un psicoanálisis (‘scouting’ se quedaba como una palabra absurda) de la situación. Dicen que el director general de Estudiantes y entrenador de ese equipo, José Asensio, tiene el vídeo del encuentro pero no suelta prenda. Debe tenerlo como un tesoro escondido.
El Real Madrid ese año fue campeón de España y el Estudiantes sólo séptimo, pero ya fueron al campeonato a jugar, eso, partidos de baloncesto…
La estrella, Luis Ojalvo, jugó en un EBA la temporada siguiente (Bansander), experiencia de la que no guarda buen recuerdo.

Luego, Luis fue llamado por Txus Vidorreta para su equipo EBA de La Palma, con el que consiguió ser campeón de la categoría (no pudo subir a LEB por dinero) y subcampeón en la siguiente temporada (ya sí subió). Pero Luis no siguió.

Luis Ojalvo, el héroe de aquel partido lo recuerda casi como si fuera su último encuentro. Él ya no pudo jugar más al baloncesto. Una operación (por una trombosis) de una de sus piernas (con el riesgo de perderla) le dejó fuera del juego.

Ahora tendremos en forma de celebración a posteriori un último encuentro de amigos para celebrar que el partido de aquella final jamás se nos puede olvidar.

Ya queda escrito para siempre.

Gonzalo A. Gómez Valcarcel
Ex entrenador de cantera en Asefa Estudiantes y responsable del área de arbitraje del Campus «La Cima del Baloncesto»