Juan Francisco Moneo, el señor Moneo, ha sido muchísimas cosas para Estudiantes, pero ante todo, fue un gran nexo de unión entre el Ramiro de Maeztu y su club de baloncesto. No en vano combinó la presidencia del Estu con la dirección del colegio, en una época donde había reuniones del consejo escolar del colegio en las que igual se discutía la necesidad de cambiar las bandejas de metal del comedor que la de ir pensando en un sustituto para el jugador americano de turno.
La profesionalización del baloncesto en general ha hecho que Estudiantes tuviera que adaptarse a los nuevos tiempos para seguir existiendo en la máxima categoría –el gran mérito de la entidad- pero a la vez mantener a toda costa sus señas de identidad. Esa fue la principal preocupación de Moneo durante sus tres lustros de mandato, en los que el Estu alcanzó algunos de sus mayores hitos históricos, entre los que brillan con luz propia la Copa del Rey y la Final a Cuatro de Estambul en 1992. “Hay dos filosofías en el baloncesto, la cantera y la cartera; nosotros utilizamos la primera” declaraba en 1989. INICIOS DUROS Moneo, en su papel de profesor y director del colegio Ramiro de Maeztu, fue directivo del Club Estudiantes ya desde los años 70. Fue vicepresidente durante los mandatos de Pedro Dellmans y la breve de José Barrio. “Especialmente recuerdo el debut en el Pabellón Antonio Magariños en 1971”, declaraba en una entrevista con motivo de los cincuenta años de la fundación del Estu. Su mandato coincidió con el inicio de los nuevos tiempos para el baloncesto español: la primera liga ACB, en 1983. Tiempos difíciles, tanto en lo deportivo (el club rozó el descenso, salvándose en el ya mítico “partido de Huesca”) como en lo económico. Moneo lo recordaba a menudo en sus habituales visitas al Magariños. Por ejemplo, la temporada pasada cuando al ver la preocupación de los trabajadores del club ante la mala clasificación del equipo se mostraba convencido de que Estudiantes se salvaría: “peor lo pasábamos cuando nos cortaban la luz y salimos de aquello”, sonreía. Y vaya si salimos. Poco a poco Estudiantes fue dando pasos adelante y creciendo en aquellos locos años 80 en el Magariños, apoyándose en el patrocinio de la ahora doblemente absorbida -por estas cosas del capitalismo que son las fusiones y privatizaciones- Caja Postal de Ahorros, pero también en la “indisoluble unión entre Ramiro de Maeztu y Estudiantes” y “la multitud de equipos que en las categorías inferiores defienden su camiseta” como comentaba el propio Moneo en 1986.
La llegada de dos de los extranjeros más recordados de los 60 años del Club Estudiantes, David Russell y sobre todo John Pinone, junto a un comprometido bloque nacional con jugadores como Vicente Gil o Pedro Rodríguez supondría el crecimiento deportivo del club como demuestra el título de Copa del Príncipe de 1986 que devolvió a los colegiales a las competiciones europeas (Copa Korac) una década después de su última participación (Recopa). Con la disputa de la Copa Korac tuvo lugar otro de los hitos del mandato de Moneo: los primeros partidos de Estudiantes como local en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid. ¡Estudiantes llevaba décadas jugando en el Ramiro! ¡Desde los tiempos del compartido Frontón Fiestalegre no se había jugado como local lejos de Serrano 127! En el boletín que el club editaba para los partidos como local, Moneo comentaba sobre cómo se vivían los partidos en Magariños que “y lo ves muy nuestro. Una gran familia anima a su Club. Cuando se pone afán y se lucha por la victoria y ves a casi 3.000 espectadores, te olvidas de los momentos difíciles, de ti mismo y te surge un gran deseo de seguir trabajando por el Club. Cuando escuchas “todo el Magariños tiene que vibrar” (sic), toda la historia de Estudiantes lo hace. Desde sus comienzos, cuando D. Antonio y otras personas del Ramiro fundaban el Club, hasta estos momentos en que somos capaces de llenar el Pabellón de Deportes de Madrid”.
Moneo (izquierda) refrendando el patrocinio de Caja Postal con su directivo Aymerich |