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HISTORIAS DEL «ESTU» (15): F. PAMOS, CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE MEJOR

10 julio 2008

Ya van 15 entregas de esta serie de historias que los aficionados de MMT Estudiantes nos estáis enviando. Esta semana, Fernando Pamos compara los tiempos en que era él el joven estudiante del Ramiro con estos en los que lleva a su hijo a la escuela de baloncesto del «Estu».

HISTORIAS DEL «ESTU» (15): F. PAMOS, CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE MEJOR

El mismo vértigo que he ido notando cuando, pequeñitos, dejaba a mis hijos el primer día de colegio, en la puerta, fue el que yo sentí, una mañana de septiembre de 1972, con cinco años, cuando llegué al que iba a ser el lugar más añorado que en mi vida exista: el Ramiro (y a fe que los sábados, el día de Escuela viendo a mi hijo mayor, es el día más feliz de la semana porque respiro añoranza y nostalgia de la buena).

Fueron años -con una generación que llegada a COU sería la última sólo

masculina- maravillosos y plenos de compañerismo. Tuve la suerte de tener al Sr. Moneo dos años de tutor, en séptimo y octavo de EGB y compartir en el Instituto, con posterioridad, múltiples recreos viendo jugar a la gente de mi generación en lo que todavía era un club romántico (nunca me olvidaré de la «prima» que recibieron, pluma y bolígrafo, los jugadores en la Navidad del 81)

Recuerdo la soledad, obscena y triste, del Magariños después del año del subcampeonato. Puedo percibir, con exactitud, el olor, en clave de emoción, del viaje al Pabellón del Madrid el año que empatamos con la canasta que no nos dieron válida. Qué del día que aterrizo Pinone y jugó en el mismo campo.

Después vinieron viajes míticos a San Sebastián –hace más de 20 años, y el Monte Igueldo testigo de nuestras andanzas-, Salamanca, Estambul, Sevilla, Granada, Vitoria, Pau Orthez y otros muchos –aunque los últimos ya con hotel y desayuno (la edad manda)-.

Muchos quedaron en el camino (Andrés, Marino y Adela) y otros, con su prole, seguimos como el primer día; aquél en el que tuvimos conciencia de la existencia de un equipo, el de nuestro cole, que plantaba cara a escuadras muy poderosas.

Mucho ha llovido desde aquel otoño del año 72 y muchos amigos y conocidos desparecieron por el sumidero del olvido. Con ser lo anterior doloroso, no lo es menos el espectáculo bochornoso que estamos dando ahora. No se entiende esa fijación por hacer “malos y buenos”, por demonizar a quien desde las estructuras maltrechas de la casa está salvando, o intentándolo, la nave heredada. Nunca olvidaré los años en los que la buena de Rosalía, con una mesa y una silla por todo mobiliario, hacía los carnés en las oficinas. Después vinieron los tiburones, las multinacionales y el cáncer.

Y es que, aquí no transijo, cualquier tiempo pasado en lo que al Estu respecta sí que fue mejor.

Fernando Pamos de la Hoz.

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