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HISTORIAS DEL «ESTU» (4): ¿CUÁNDO DEJÓ DE SER «HEREJE» MANUEL GÓMEZ?

10 abril 2008

Una semana más publicamos una de las muchas historias que los aficionados de MMT Estudiantes nos están haciendo llegar a clubestudiantes.com. En esta ocasión, Manuel Gómez nos cuenta cómo pasó de madridista a estudiantil gracias a su familia.

HISTORIAS DEL «ESTU» (4): ¿CUÁNDO DEJÓ DE SER «HEREJE» MANUEL GÓMEZ?

Mi historia es un tanto curiosa, pues empecé siendo el, permitidme de forma simpática decirlo, “hereje” en tierra de creyentes. Por extraño que parezca, toda mi familia era del Estudiantes “desde siempre”, excepto yo, que aún vagaba “sin rumbo” llevado en parte por mi ídolo de juventud, Fernando Martín (que ya había fichado por el Madrid) . Supongo que el motivo por el que todos eran del Estudiantes es que mi padre, Ángel, estudió en el Ramiro (de hecho aparece en el libro del 60 aniversario en una foto de un partido profesores – alumnos y desde entonces no deja el libro ni a sol ni sombra, mostrándole la foto a toda persona que va a su casa) y, aunque a mi hermano Alberto lo captó para la causa enseguida, conmigo tuvo que esforzarse (gracias papá por la insistencia) un poquito más.

Deciros que tengo 31 años y que aunque no me acuerdo exactamente el momento en que “me caí del caballo como Pablo de Tarso” para abrazar la “religión estudiantil”, sí tengo un recuerdo muy especial del primer partido (al que han seguido otros muchos) que vimos mi padre, mi hermano y yo juntos en el antiguo Palacio de los Deportes. Tendría yo por aquel entonces 15 años. El partido fue una victoria de más de 20 puntos en un play-off contra el Madrid en los 90 (que acabamos perdiendo 3-2). Por lo que lo recuerdo, no fue por el partido (que ganamos) en si. Fue más bien la ilusión de mi padre, que volvía a ver un partido en directo tras muchos años fuera de Madrid y encima llevaba a sus hijos con él.

Aún puedo recordar el ambiente del viejo palacio, los tres pisos entre risas, porque le decíamos que no llegaba hasta arriba, por las que mi hermano subió con sus muletas y como al abrir la puerta del vomitorio se veía el mosaico que formaban los diferentes colores en las sillas, el trozo de velódromo de los laterales y sobre todo ese ambiente que una hora antes ya se sentía y que ahora, al recordarlo, dibuja una sonrisa en mi cara.

Han pasado muchos años, he visto muchos partidos como abonado del Estudiantes, tengo miles de recuerdos imborrables del viejo Palacio, de Vistalegre (la final escamoteada, enormes partidos contra el Madrid, grandes lecciones magistrales de Pepu) y del Madrid Arena. Ahora mi hermano y yo hemos ganado para la causa a mi mujer (gracias Marta por venir conmigo cada sábado) y a mi panda de fieles amigos ahora ya dementes (Manu, Cintia, Cristina, Marta G. y Mónica), que fueron cayendo poco a poco en esto del ser del Estudiantes. Y vendrán más, seguro, porque todos y cada uno de nosotros, antes o después conseguiremos que las nuevas generaciones vengan a ayudarnos en esta nuestro sana locura.

No es una gran historia, seguro que hay mejores momentos que publicaréis (no se si publicaréis éste), pero me he animado a contaros el por qué me gusta coger mi bufanda y sentir cada sábado lo que es ser del Estudiantes: la ilusión de ser parte (modesta eso sí) de un proyecto que no entiende de dinero y sí de personas.

Manuel Gómez Ahedo

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