Hace catorce años que se marchó España pero, pese al tiempo transcurrido desde que dejara el equipo del Ramiro de Maeztu, John Pinone se mantiene como un auténtico icono de la afición colegial. Ahora, desde su Connecticut natal, recuerda aquella época con nostalgia y orgullo: «me di cuenta de que el Estudiantes era mi sitio, mi equipo»
Los jugadores americanos llegan (si puede ser, tarde debido a que una vecina de su abuela ha enfermado), juegan (para sí mismos y sus estadísticas), cogen la pasta (cuanto más “bonus”, mejor) y se largan (el día siguiente del último partido oficial). Es uno de los tópicos más repetidos en el baloncesto español y europeo, necesitado casi inevitablemente de la mano de obra cualificada que llega del otro lado del Atlántico. Sin embargo, hubo un tiempo en el que era posible imaginar otro tipo de relación entre un club y sus “yankees”. Caso extremo donde los haya, John Pinone se mantiene como un icono del MMT Estudiantes catorce años después de abandonarlo.
A sus seguidores –de
Pinone, es, desde luego, un ejemplo radical de identificación entre un equipo y un profesional. Nacido el 19 de febrero de 1961 en Hartford (Connecticut) y de ascendencia italiana, no hay ningún caso de americano que haya permanecido tanto tiempo en un club de ACB de forma consecutiva. Escasos jugadores nacionales igualan o superan esa estadística: desde la tercera jornada de la temporada 84-85 hasta el final de la campaña 92-93 jugó para el Estudiantes mientras que se elevaba a los altares del Ramiro de Maeztu al mismo nivel de Juan Antonio Martínez Arroyo, Vicente Gil o Nacho Azofra.
Aterrizaje perfecto
“Es raro, sí. Desde luego ya no pasan cosas así y va a ser difícil que se repita. Casi desde el principio estuve cómodo en Madrid. Es una ciudad grande y la gente siempre me resultó agradable. Estudiantes es un club especial y lo que ocurrió conmigo posiblemente no podría pasar en ningún otro sitio ”, afirma desde su casa de EEUU. Acaba de concluir su jornada laboral y regresa al hogar después de ocuparse del departamento de inversiones inmobiliarias en el TD Banknorth, una de las entidades de crédito más importantes de la costa Este.
No hacen falta traducciones para la entrevista concedida entre risas a ACB.com. Su español se conserva absolutamente perfecto, como si no hubiese pasado todo este tiempo, como si lo siguiese practicando todos los días en el vestuario del Palacio de los Deportes ( “ya sé que se quemó y lo hicieron nuevo, eh” ). Eso sí, hace que no viaja a España siete u ocho años, no recuerda bien, pero asegura que tiene muchas ganas de volver. “ Me resulta difícil desplazarme porque tengo que ocuparme de muchas cosas aquí y mis hijos están en una edad complicada, pero lo haré, seguro” , se excusa.
Aún conserva numerosos amigos en Madrid, la ciudad que le recibió un templado día de octubre de 1984 y que se convertiría en su casa durante casi una década. El Estudiantes no había acertado con Craig McCormick y recurrió a Miguel Ángel Paniagua para que encontrase un jugador que resolviese sus problemas bajo los tableros. Pinone había completado una notable carrera universitaria en Vilanova (16,7 puntos y 5,5 rebotes en su último año) y ya se había enfrentado a la selección española en el Mundial de Colombia-82, con histórica victoria de los jugadores de Antonio Díaz Miguel (109-99). Luego llegaría su elección de “draft” (tercera ronda, número 58), una decepcionante carrera en
Su físico no era, desde luego, el del clásico americano que por entonces frecuentaba las zonas de
La primera temporada en Magariños fue la del enamoramiento mutuo (19,8 puntos y 5,9 rebotes), el “sí quiero” de un “matrimonio” que pareció no tener fin. La combinación siempre la completó un alero compatriota que ponía el espectáculo: primero fue David Russell y después Rickie Winslow, con quienes se entendió a la perfección. “El club y yo fuimos creciendo poco a poco, juntos. Yo me sentía bien y ellos también. Al principio pensaba que podía volver a intentarlo en
Pinone, ya casado con Anne Marie, elevó sus números en las siguientes campañas, con topes de 23,6 puntos (temporada 85-86) y 7,7 rebotes (90-91), pero lo más importante de su juego era su ascendencia sobre los compañeros, su influencia en los pequeños detalles, esa instrucción callada a jugadores como Pedro Rodríguez, Juan Antonio Orenga o Alfonso Reyes.
Granada y Estambul, 1992
Lo mejor estaba por llegar. A su sombra, una sorprendente generación de canteranos (Azofra, los hermanos Pablo y Gonzalo Martínez, Alberto Herreros, Alfonso Reyes) fue configurando un fabuloso equipo que llegaba
El Estudiantes prolongó aquel éxtasis unas semanas, cuando consiguió una histórica –y hasta ahora no repetida— clasificación para
Pudo seguir jugando, pero prefirió no hacerlo con otra camiseta que no fuese la estudiantil, que curiosamente cambió varias veces de color –cosas de los patrocinios— durante aquellos años: de la amarilla o negra de Caja Postal a la azul de Bose. En total, 12.323 minutos repartidos en 332 partidos de liga, con 6.179 puntos (18,6 de media) y 2.163 rebotes (6,5).
El baloncesto actual
Reconoce que no sigue mucho
De todas las personas con las que trabajó en España, le llama especialmente la atención el éxito y la popularidad obtenida por Pepu Hernández: “Por lo que veo, no ha cambiado nada. Cuando era nuestro segundo entrenador trabajando con Miguel Ángel Martín ya se veía que era alguien que triunfaría. Me enteré de lo que ocurrió en el Mundial con la muerte de su padre el día de la final y es algo especial. Sabe hablar muy bien a los jugadores. Es alguien a quien destacaría sobre todo por su tranquilidad” .
Precisamente en el banquillo –durante una época apareció como candidato a ocupar el estudiantil—ha “matado el gusanillo” del baloncesto durante los últimos tiempos, primero en East Granby y luego en Cromwell, donde ya lleva cinco años instruyendo a adolescentes. “Me estoy divirtiendo entrenando a los chavales y hemos ganado bastantes partidos. Es algo que he hecho no profesionalmente y me ha encantado ”, explica. Eso sí, le dolió mucho perder la final estatal ante East Windsor por 53-48 el pasado 18 de marzo. La saga de los Pinone continúa. Sus dos hijos juegan en High School “ y no lo hacen mal ”, asegura su padre.
El culto a “Pinoso” no ha decaído. Uno de los grupos punteros del jazz madrileño se llamó“John Pinone” – “¡¡¡increíble!!! ¡¡¡qué tíos más cachondos!!!” , exclama— porque sus componentes —Javier Adán (guitarra eléctrica), Carlos Pérez Cruz (trompeta y voces) y Santiago Rapallo (batería)– son admiradores suyos. Por supuesto,
Por último, Pinone ofrece un consejo para los americanos que lleguen a España, aunque será muy complicado que superen su récord de permanencia: “ Lo mejor es que intenten adaptarse lo antes posible y les irá bien. Hasta podrán ser ídolos según donde estén” . Como un tal John Gabriel Pinone, ejecutivo del TD Banknorth.