Segundas partes son las mejores Tenía cuatro años más que yo y llegó al colegio en primero de BUP. Decían que tenía que estar en otro curso, que era repetidor, que le habían echado de un famoso colegio de curas…, nada más llegar se convirtió en “El Largo” y su más de 1,90 le delataba allá donde iba.
El Estudiantes había entrado en mi vida sin yo darme cuenta en ese momento y “mi fijación por los chicos altos”, como decía mi madre. Así pasé un par de temporadas yendo a “la Nevera” a verle jugar, mientras yo me dejaba la piel en el equipo de mi colegio siendo una base entregada, un poco faltona y que veía cómo las que me pasaban en centímetros también lo hacían en popularidad…
Principios de los 80 y 13 añitos llenos de inocencia y de pasión. Llegaron las primeras desilusiones, cambié la nevera por llevar a Fernando Martín en mi carpeta y el número 10 tatuado en el corazón. Creo que nunca fui madridista sino “martinista” y lloré a mares cuando se dejó la vida en la carretera…, ¡cuántos partidos vistos, cuántas horas botando en el sofá viendo baloncesto, qué bien invertida la adolescencia! Y llegó el amor de verdad, el noviazgo, el primer trabajo, la boda, la primera hija, la segunda, la tercera…, llegaron decisiones importantes como “¿dónde queremos que estudien?” y llegó el Ramiro de Maeztu: el lugar donde verlas crecer en todos los sentidos.
Así me vi, 25 años después pisando el mismo suelo. Sin forzarlo, de forma natural. Resultó que Jimena, la pequeña, lleva el baloncesto en las venas, en cada uno de sus músculos y de sus huesos y entrar en el Ramiro y ponerse la camiseta del Estu fue una misma cosa y de repente me volví a ver en una grada de ese lugar mágico de la Colina de los Chopos, con el doble de pasión porque quien corre defendiendo esos colores es una de mis hijas y me he vuelto DEMENTE del todo.
Sin haberlo preparado el Estudiantes está de lleno en mi vida, aunque quizás nunca ha dejado de estarlo porque siempre he defendido sus valores: el deporte como parte de la educación de la vida, tan importante o más que la formación reglada, la que viene en los libros. La humildad de un “equipo de patio de colegio”, que siente el baloncesto: cruzarse cada día con sus ídolos en el “Magata”, que Juancho le choque los cinco y le pregunte “¿qué tal el entreno?”, que Nacho le enseñe en el All Star a pasarse el balón por detrás de la cabeza y que baje por el brazo, que se eche unas risas con Jaime en la fila de “KO”, que vea a Torcal llorar por perder un partido y se acerque a animarla, que celebre con las Woman in Black cada quince días que el baloncesto femenino es la “leche con colacao”, que respete a su entrenador “por encima de todas las cosas”, porque: “lo ha dicho Fito”, que salga en los descansos del Palacio, que comparta en verano cancha con la escuela inclusiva y se echen un partidillo, que ahorre cada euro para “ayudar a pagar el Campus de Granada”, que le pasen a entrenar con “las mayores”, que está convocada, que no lo está…, las compañeras del equipo, que vayan a ver a las del infantil B que se clasifican para los play off… todo eso es ser del Estudiantes.
Ver escenas como las que os mando en las fotos son un orgullo para mí y ver a mi hija yendo a animar al Estu un martes a las 20.30h. teniendo al día siguiente la famosa Reválida de sexto, me confirma todo lo que significa ser de este Club. Que nadie me diga que segundas partes no son buenas, porque yo sé, que, sin dudarlo, son las mejores. #NoValeRendirse
Elvira Cabezas.
Madre de tres, esposa, hija, hermana, periodista… Demente. Mayo 2016