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Toda una vida. Por Carlos Giménez

18 mayo 2016

Todo empezó hace 50 años con mis padres disfrutando de otro baloncesto, de otra manera de entender el deporte, de una filosofía especial que mis padres supieron inculcarme. Los años en el Ramiro, allí por la temporada 83-84, primera ACB, yo era uno de esos mocosos que corría por el Magariños, con apenas seis años, […]

Toda una vida. Por Carlos Giménez

Todo empezó hace 50 años con mis padres disfrutando de otro baloncesto, de otra manera de entender el deporte, de una filosofía especial que mis padres supieron inculcarme. Los años en el Ramiro, allí por la temporada 83-84, primera ACB, yo era uno de esos mocosos que corría por el Magariños, con apenas seis años, la verdad que apenas hacia caso al partido, solo quería jugar con mis amigos y hermano pequeño de apenas tres años, que mal corrían los coches por ese suelo lleno de rayitas.

Aun así bien recuerdo a mi demencia gritando “Estamos en A1 oeo” esa demencia de turbante y chilaba. Mis padres sufriendo por el equipo, socios ya desde hace mucho tiempo, nos inculcaron esa manera de saber divertirse con el deporte sin importar demasiado el resultado. Del año siguiente ya recuerdo más cosas, no olvidaba tampoco mi clips o mis coches en casa, pero sin embargo te puedo decir los jugadores de ese año de memoria, ya me interesaba, “Oye tu que soy del Estu”, ¿De quién?, solía ser la respuesta más habitual. Este año vino un pívot gordo y rubiales que luego resulto ser mi ídolo, junto con un saltimbanqui que no era capaz de meter una canasta a tres metros del aro, bueno la verdad que no le hacía falta, desde allí ya se colgaba, un Pedrolo todo pundonor y un Héctor “Pelotas” cojonudo, como Héctor no hay ninguno, “que salude, que salude…” Como echo de menos todo eso.

Esos años de Paco Garrido, de buzón de correos, el normal o el urgente, donde las victorias sobre los blancos no llegaban, y si llegaban pues a los delfines, yo todavía no que mi padre no me dejaba. Mi carpeta de clase con Russel volando sobre la cabeza de un niño y la habitación llena de poster de esos que venían en el centro de la revista.

La verdad que los 80´ fueron años bonitos, de otro baloncesto, ese de pantalones cortos, muy cortos, cantera y palmeras de chocolate. Todo hasta que llegamos al palacio. En el Palacio todo cambio, era grande, muy grande y para crear ambiente era difícil, aquí empezaron mis años como demente, primero en el fondo, luego en el lateral, con el Cura en el banquillo y la camiseta negra, bien bonita que era, sigo con ella en cada partido. Winslow hacia las delicias de la grada.

Que equipazo teníamos, era difícil no conseguir algo con semejantes jugadores, Antúnez, Nacho, Herreros, Carlitos, Pinoso, el incombustible Pedrolo. En el 90 sí que me bañe en los delfines, “A los delfines, nos vamos a los delfines…” y menos mal que perdimos la liga y la copa, que si la ganamos…

La temporada 91-92 la recordamos todos, el partido con el Macabi, en el fondo, cuando el fondo estaba lleno, con mi turbante, final del partido, a la carrera a la pista con mis jugadores, mis héroes y “nos vamos a Estambul chim pum…”. La verdad que yo no fui, si lo hicieron mis padres y creo que en lo deportivo fue la mejor experiencia de sus vidas, “socio socio socio bebedor…” Mi padre con un montón de chavales de la demencia, lo sigue contando y siempre lo hará.

Si, se perdió, y que, tengo mi camiseta de la Penya que me trajeron mis padres de la final, el video en súper 8 y un par de ojos de esos que todo lo ven. Ejemplo de deportividad, de afición y de equipo, lo demás daba igual. También me remoje en los delfines.

Después vino “el Yeti”, Vecina (siempre he admirado a este hombre) y se fue mi ídolo, esto marco un antes y un después, la vida sin Pinone. Vinieron otros y volvió el amarillo, el “Pelotilla”, el “Conguito”, Don Carlos, un moreno con el culo muy gordo y resulto ser otro de mis jugadores más admirados, le recuerdo en una presentación corriendo y gritando por el magata, la única vez que recuerdo haber visto animadoras.

Pero sobre todo llego Pepu, este señor que ha marcado una época en el Estu, y en el baloncesto nacional. Llego mi mujer, hace 20 años, vio un partido y al año siguiente ya era socia, uno más para el redil. El Estudiantes comenzó a ser enfermizo, por supuesto el equipo ACB, pero también el EBA y después la chicas.

En el EBA vi crecer a Felipe, Barcenas, Gonzalo, de Miguel, Javier Velázquez, Javirulo, Robles, Paco García, incluso a algún yanqui, Outlaw o Hastard, de vuelta al magata, a aprender escuchando a Pepu en la grada o compartir asiento con Nacho. Volvieron las palmeras de chocolate de los 80´.

De la copa del rey, pues me acuerdo, claro, a Vandiver con la copa riendo, y diciendo se ha roto, para una vez que ganamos nos cargamos el trofeo, a los delfines y “que buenas son las fuerzas represivas, que buenas son que nos llevan de excursión”. Ya hace bien poco hubo de todo. Llego mi hija, con 15 días de vida su primer partido contra el Madrid, biberón en el descanso y arreando, y además ganamos, ahora 7 años después sigue sin perderse un partido aunque cambia mis queridos cochecitos por el Candy Crush y Frozen, ya sigue los partidos y anima como la que más.

Recuerdo la final del Barsa, el ruido en Vista Alegre era ensordecedor y fue una final preciosa. Luego llegaron años convulsos, muchos entrenadores, muchos campos y un descenso. Tampoco me olvidare de ese partido contra el Murcia, las lágrimas con mi mujer, mis hermanos y mis padres, los interminables minutos después de acabar nuestro partido esperando noticias ajenas, las lágrimas de Pancho, de German…

Pero bueno, son muchos años, el año que viene otro, y otro nuevo demente que llegara en camino, empezamos cuatro en la grada, ahora somos ocho y la temporada que viene diez, la familia crece y los colores azules crecen con ella inevitablemente. Gracias Mamá, Papá, por ser del ES-TU-DIAN-TES

Carlos Giménez de Torres