Yo era un chaval normal, me gustaba el baloncesto pero sobre todo el fútbol, y era del Barca. Pero en el año 81 me fui a estudiar al Ramiro y todo cambió. Llegué después de ese subcampeonato mágico, con el quinteto que todos nos sabemos de memoria: Vicente Gil, Alfonso Del Corral, “Charly” López Rodríguez, Slab Jones y Fernando Martín.
Y me encontré con “Chinche La Fuente, Soriano, Garrido, Escorial, McKoy, el jugador más gordo que había visto nunca, Héctor Perotas un año después, que venía a entrenar en el coche de la empresa donde trabajaba, etc. y empecé a ir a los partidos y alucinaba, a pesar de haber estado tan cerca de la gloria y estar en ese momento cerca del infierno, la Demencia siempre apoyaba y estaba orgullosa de esos jugadores, que lo dieron todo para mantenernos en primera, y me ganaron el corazón.
Y luego llegó la ACB, y García Coll, Pedro Rodríguez, grande, Rementería, Alexinas y Stoots, otra vez con el agua al cuello, nos salvamos en el play-off de descenso contra el Peñas de Huesca, pero la historia empezó a cambiar. Y al año siguiente Carlitos Montes, que en paz descanse, con quien nos encontrábamos en el metro los días de partido, Russell, y empezada la temporada alguien que lo cambió todo, Pinoso.
Ganamos la Copa Príncipe de Asturias y jugamos en Europa por primera vez. Y subió al primer equipo Antúnez, compañero de clase, y nos marchamos al Palacio de los Deportes. Llegaron las primeras semifinales de Liga, y lloré de pena y de orgullo por la final perdida de la Copa del Rey de Zaragoza, pero al año siguiente lloré de alegría por la Copa del Rey de Granada y la Final Four de Estambul. Tenía plaza para ir, pero no dinero, así que cedí el puesto y siempre me ha quedado esa espinita de no estar allí, en la mayor lección que se ha dado nunca por parte de una afición.
Y la final de la Korac, con el partidazo en el Palacio contra el Barca, aunque no pudo ser, pero al año siguiente otra vez campeones de Copa en Vitoria. Y por último, el traslado a Vistalegre y la final de Liga contra el Barca, una final que no ganamos pero una Liga que merecíamos.
Y me casé, y tuve hijos, y a todos les he enseñado lo que significa ser del Estu, la cantera, el amor por el deporte se gane o se pierda, que ser de los que ganan es muy fácil, pero que ser del Estudiantes nos parece mejor.
Y lloré como un niño con el descenso, aunque los despachos nos salvaron. Otra vez estamos al borde del descenso, pero entre los escombros y entre los muertos siempre habrá una lengua viva para decir que el Estudiantes no se rinde.
Y si bajamos, allí estaremos, con el orgullo de decir que somos del Estu de toda la vida y para toda la vida.