
La pregunta de mis amigos de la página web del Estu tiene miga. ¿Que cómo se vive la Copa en la distancia? Pues, mirad, sin tapujos: francamente mal. Lo primero, por la envida sana (si es que existe) de todos los desplazados a una ciudad tan acogedora para el peregrino como la capital vizcaína, que además tiene tantos alicientes culturales, históricos y gastronómicos en sus dos versiones, morro fino y morro grueso (para más información de lo último, vayan al Foro No Oficial del Estudiantes). Ya se sabe que todos los madrileños por el mundo, los que salen en el programa y los que no, siempre se están (nos estamos) quejando de la ausencia del pesebre alimenticio patrio, pero no es para menos. Así que la primera muesca va por todos los que, entre ‘chucu-chucu’ y ‘Estu-’ (palmas) ‘-diantes’ (palmas), vais a campar por el Botxo como una jauría de hunos. Que lo disfrutéis, “amigos” (nunca hubo un eufemismo más grande como esta última palabra).
En el plano baloncestístico, mientras que las carnestolendas norteamericanas nos regalan por esta época el ya habitual carnaval del Partido de las Estrellas (y eso que el de este año ha estado muy bien), en el que todos los que juegan intentan disfrazarse de Jordan, aunque no lo sean ni de lejos, la Copa, en cambio, representa uno de los puntos álgidos del baloncesto ACB precisamente en lo que le falta al estelar fin de semana de la NBA: tensión competitiva. No tengo intención de criticar al baloncesto NBA, el cual todavía nos supera en casi todos los aspectos (la organización del de este año es para quitarse el sombrero). Sin embargo, si me dan a elegir entre ambos acontecimientos, la Copa ganaría de largo: me quedo, de todas, todas, con ese ‘Campeonato de España Senior’, como lo bautizó acertadamente nuestro querido Pepu Hernández. Lo primero que se echa de menos es el desplazamiento masivo con otros aficionados de tu equipo, los conozcas o no, que precisamente la Copa es un magnífico lugar para hacer nuevas amistades. Las diabluras que los aficionados colegiales, de todas raleas, pelajes y edades, llegan a hacer para ir a la Copa, darían para llenar un libro del tamaño de Guerra y paz. Mi buen y querido amigo Pikolín (al que mando un abrazo desde aquí), miembro fundador de la Peña Emilio Segura, siempre me contó los remordimientos de conciencia que tuvo el día que él, como superjefazo de un área importante de no sé cuál empresa, manejó sus hilos para ponerse una reunión empresarial en Barcelona… coincidiendo con la vuelta de la Final de la Copa Kórac de 1999. Claro, que los remordimientos se le acabaron en el punto y hora en que, en la sala de espera del puente aéreo de Barajas, comenzó a ver caras y caras de conocidos aficionados estudiantiles que habían hecho exactamente lo mismo que él, y además se mostraban todo ufanos de la jugarreta realizada. Y si esto pasa a tales niveles, imagínense en el resto. Si ya de por sí seguir a Estudiantes es un poco ser sufridor por definición, el seguidor en la distancia sufre todavía más, faltándole en la Copa lo que vosotros sí vais a tener: las cañas, el ambiente y los amigos. Y es que, como me decía otro carismático emilioseguriano, “yo casi me lo he pasado mejor en las Copas que no hemos hecho nada que en las que hemos ganado, porque cuando ganamos sólo me acuerdo de baloncesto, y eso si no me emborraché mucho.” En la distancia, al faltarnos estos detalles, nos centramos en lo deportivo y, durante los días previos, devoramos los especiales de la Copa publicados en páginas web y en esos otros pasquines (vulgo ‘periódicos’) que dan cabida a lo que escriben los juntaletras (vulgo ‘periodistas’); vemos resúmenes televisivos, valoramos porras y apuestas, nos escribimos mensajes con familiares y amigos sobre la Copa… Una semana de febril actividad internetaria, sin duda. Lo mejor llega en el momento de ver los partidos. En los últimos tiempos la ciencia ha avanzado una barbaridad, oiga, así que la Copa puede seguirse en directo por Internet sin demasiados problemas. Ahora bien: el desfase horario da lugar a todo tipo de anécdotas, como, por ejemplo, que tu vecino de al lado, un rubiajo de Arkansas, redneck de manual, llame a tu puerta preocupado por los gritos varios y juramentos en arameo diversos que se te oyen un plácido sábado por la mañana a la (infame) hora de comer de aquí, a las 12 del mediodía.
En mi caso particular, el vivir la Copa en la distancia me ha deparado el partido de baloncesto más onírico y surrealista de mi existencia, como fue la eliminatoria de cuartos de final contra la Penya de la Copa del año pasado. ¿Sabéis cómo la vi? En clase y en mi portátil… ¿Que no es novedoso? ¿Que alguno de vosotros ya ha visto partidos así en clase y el profesor ni se ha enterado? Hombre, ya. Pero es que yo era el profesor, que parece que no pero cambia la cosa bastante. Así que mientras mis tres decenas de alumnos hacían un examen de Historia, yo me conecté con mi portátil, bajé el volumen y, hala, a ver el partido, disfrutando como un loco de la victoria pero sin poder decir una palabra ante el silencio de una clase en examen. Qué mal, y qué bien, lo pasé. Ya os contaré qué tal me ha ido esta Copa y en qué extrañas circunstancias he tenido que ver los partidos. Mientras tanto, animad mucho al Estu en Bilbao, por mí y por todos los expatriados. Queremos la Copa…, aunque sea vacía. Alonso de Palencia