La Demencia tiene el honor de ser el grupo de animación más conocido del baloncesto no ya madrileño ni español, sino nos atrevemos a afirmar que también europeo.
Su nombre va indisolublemente unido al de Estudiantes desde hace casi cuarenta años.
Pero curiosamente, no se les puede considerar grupo (es imposible hacer un listado “oficial” de dementes dada su falta de jerarquías y la “desorganización organizada” con la que funcionan), ni su intención al surgir en la segunda mitad de los años setenta era animar al Estudiantes.
El Estu es un equipo surgido en un colegio, y esa es también una de las raíces de la Demencia, el Ramiro, que aún sigue siendo la principal cantera de dementes, aunque desde hace años y afortunadamente ya no es la única. La otra raíz también ha permanecido: el cachondeo.
Su nombre va indisolublemente unido al de Estudiantes desde hace casi cuarenta años.
El Ramiro es también una de las raíces de la Demencia. La otra es el cachondeo.
Repasamos la historia de un grupo cuya fama a veces ha superado con creces la del club al que anima. Para bien… y para mal.
La Demencia es hija de su tiempo, los convulsos pero fascinantes años del franquismo moribundo y la llamada “Transición a la Democracia”. Por aquel entonces funcionaban en el Instituto Ramiro de Maeztu varios “grupos políticos clandestinos”, a imagen y semejanza de los que actuaban en la gran política a nivel nacional que vivía una efervescencia de siglas e ideas sin parangón.
El Partido Demencial y el Q.T.R. (Que Trabaje Rita) con sus fracciones LC (La Cantaora) y LB (La Bailaora) eran dos de ellos. En un momento dado se fusionaron bajo el nombre de Demencia, utilizando como símbolo una D dentro de un círculo, algo que recuerda a uno de los símbolos anarquistas.
No nacen para animar al Estudiantes, pero las gradas del Polideportivo Magariños a las que tienen acceso preferente como alumnos que son del Ramiro eran una plataforma inmejorable para lanzar sus manifiestos y surrealistas reivindicaciones. Es casi imposible precisar con exactitud la fecha exacta en que la Demencia nació, pero sí nos atrevemos a decir cuando se mudaron a una de las gradas del lateral del “Magata”: a mediados de la temporada 76-77, cuando al grito de “¡Demencia, Demencia, la madre de la ciencia!” se fueron convirtiendo en lo que en su día fue la claque en La Nevera.
De la claque y los primeros alumnos del Ramiro que se dedicaron a gritar en los partidos del “Estu” heredaron a uno de los grandes ídolos dementes: Garibaldi. No el revolucionario italiano del siglo XIX, sino el esqueleto del laboratorio de ciencias del Instituto. Pero también crearon nuevos héroes y heroínas, como la reina castellana Juana La Loca o “los compañeros presos en Leganés y Ciempozuelos” (localidades donde existen conocidos centros de salud mental).
En 1981 coinciden en el tiempo dos revoluciones. Una en Serrano 127, con el Estudiantes del inolvidable quinteto Gil-López-Del Corral-Jones y Martín rozando el campeonato de Liga, y quedando por delante de los vecinos “pijos y repelentes” del Real Madrid. La otra revolución tuvo lugar a 4.800 kilómetros, en Teherán, donde un grupo de barbudos quitaron de en medio en nombre de Allah a la “pija y repelente” monarquía del Sha de Persia.
Estaba claro: la coincidencia entre ambos acontecimientos históricos no podía ser casual, sino que era una señal del cielo. Había que abrazar el Islam, lo que suponía toda una incorrección política en una España recién salida de 40 años de nacional-catolicismo y que ese año había temido durante un interminable día de febrero la vuelta a aquellos lodos. Y es una incorrección política que todavía mantienen en estos tiempos tan tolerantes de boquilla, pero más meapilas que nunca, sobre todo ahora que los musulmanes vuelven a estar presentes en la piel de toro.
Así que los trajes y chaquetas de los primeros tiempos dieron lugar a improvisados turbantes y chilabas. El Ayatolá Jomeini pasó a tener un lugar destacado en el olimpo demente. Además, la buena marcha del equipo fue la disculpa ideal para “engañar” a los responsables del Ramiro de Maeztu para que desde el instituto se organizaran excursiones para ver al equipo fuera de Madrid: Zaragoza, Valladolid, Barcelona… fueron algunas de las primeras ciudades “reconquistadas” para la particular interpretación demente del Islam.
Así, la Demencia fue poco a poco fraguando su leyenda (un mito a todas luces excesivo y que no termina de gustar demasiado a los dementes) en las gradas del Magariños, pese a que en lo deportivo, y como pasa siempre en este club tras un éxito sonado, llegase una larga temporada de vacas flacas. Las ocurrencias de líderes históricos como Gavioto, Belinchón, Larry, Garzón… se convirtieron en una parte tan importante del partido como podían ser los vuelos de Russell, las asistencias de Vicente Gil o los primeros zarpazos del “Oso” Pinone. En estos años surgió, por ejemplo, el conocido “Santoral”, que se basa en repetir la máxima católica “Ora pro nobis” después de cada santo que se iba repitiendo (“San Wiches, ora pro nobis, San Adú, ora pro nobis,…” hasta acabar en “San Tillana… ¡vete a la mierda! ¡Demencia, demencia, la madre de la ciencia!”.
A finales de los años 80 la masa social de Estudiantes había crecido de tal modo que el “Magata” se quedó pequeño, y por eso el club colegial se traslada al Palacio de los Deportes. El trauma fue enorme para una Demencia acostumbrada a hacerse notar en el que al fin y al cabo es el “gimnasio” de su colegio, y durante un espacio de tiempo desaparecieron. No terminaban de cogerle el gusto a un recinto de 12.000 espectadores acostumbrados a uno de 3000, y gracias.
Pero ¡ay amigos!, el “Estu” de aquellos años enamoraba. Con una base impecable de jugadores jóvenes procedentes de la cantera como Azofra o Herreros y una de las mejores parejas “yankis” de los sesenta años de historia colegial como eran Pinone y Winslow, los éxitos deportivos no tardaron en llegar, y la Demencia encontró motivos para reengancharse pese a estar en un terreno extraño.
Son los años de la Copa de Granada y la Final Four de Estambul. La capital turca ha vivido el que sigue siendo, 16 años después, el desplazamiento de seguidores colegiales más masivo, con cerca de dos millares de personas.
También son años en los que el “Estu” y la Demencia se pusieron de moda y vivieron un “boom” a todas luces excesivo para lo que son las raíces, humildes y a contracorriente, de ambas entidades. Cosas de la sociedad del consumo.
Además, en el caso concreto de la Demencia, llamó mucho la atención uno de sus principios que permanecen inalterables desde su nacimiento: el rechazo absoluto a la violencia, en unos tiempos donde las barrabasadas de los grupos ultras estaban a la orden del día (no en vano data de estos años la Ley del Deporte, cuando ya se había producido el primer asesinato). Por eso llegaron los reconocimientos institucionales de primer nivel, como el premio Estrellas del Deporte de la Comunidad de Madrid o el Premio Infantas de España.
Todo lo que sube baja, y más aun si hablamos de modas. Y a mediados de los 90 la Demencia había dejado de ser “cool”. El Estudiantes seguía siendo un equipo muy competitivo, pero no encandilaba del mismo modo que en aquel mágico 1992. Y en la grada que en su momento podían haber ocupado dos mil autodenominados dementes en el Palacio de los Deportes apenas una veintena de jóvenes intentaban mantener ese espíritu de humor, cachondeo y animación.
Una de las iniciativas que más éxito tuvieron para ir recuperando poco a poco lo que había sido la Demencia fue la creación del “fanzine” Intifada, “boletín oficioso de la guerra santa demente”. Algo que fue criticado en sus inicios por ser algo que también hacen los grupos ultras, sus propias publicaciones, si bien los ultras también están de pie, animan, lucen bufandas y banderas con los colores de su equipo, viajan… Además, que basta con echar un vistazo al contenido de una Intifada para darse cuenta de que los principios del Partido Demencial y del QTR-LC y el QTR-LB no se han perdido precisamente en los más de 100 números que lleva ya publicados.
Así, poco a poco y con el natural relevo generacional, alimentado por primera vez con cantidades importantes de gente que no había estudiado en el Ramiro pero atraídos por el “espíritu demente”, la Demencia volvió a tomar importancia y a hacerse notar. Por ejemplo, con la polémica marcha de Alberto Herreros al Real Madrid, cuyo debut fue precisamente en un derbi con el “Estu” como local.
No hace falta recordar que otro de los principios dementes desde sus raíces es un furibundo antimadridismo, heredado por supuesto de sus predecesores de la claque. Pero como bien demostraron en aquel primer partido viendo con la camiseta del odiado rival al que había sido uno de sus mayores ídolos, la rivalidad no implica violencia. El encuentro había sido declarado de alto riesgo y caldeado constantemente por la prensa, pero la Demencia estuvo a la altura, creando un ambiente infernal para el escolta de Fuencarral sin necesidad de recurrir a ella.
Llegaron las bodas de oro del Club Estudiantes, y en ellas, por supuesto, la Demencia tuvo un papel muy importante, como parte indisoluble que es de la identidad colegial. Poco a poco la Demencia consiguió ir volviendo a llenar el Fondo Goya del Palacio de los Deportes y se atrevió a dar mayor colorido a su grada sumándose al arte importado de Italia del “tifo”.
Banderas, pancartas, bufandas, cubregradas… fueron sumándose a las tradicionales señas de identidad de una Demencia que poco a poco iba atrayendo a nuevas generaciones y llenando su grada del Palacio de los Deportes… y otra vez la del Magariños, cancha para los partidos de Copa Korac durante 1999 y 2000, una emotiva vuelta a casa donde los dementes volvieron a sentirse el centro de atención, como tanto les gusta.
No les gustó para nada serlo cuando la caída de una tabla de su grada tras el partido contra el Lucentum Alicante en la temporada 2000/01 hizo caer al vacío a cuatro dementes, que sufrieron heridas de diversa consideración. La primera medida que se tomó fue clausurar los dos fondos desmontables del Palacio de cara al resto de la temporada, por lo que los abonados fueron reubicados en otras localidades. La Demencia, tan dada al caos y acostumbrada a animar de pie, fue ubicada en una curva, desde la que se dedicó a ironizar con el accidente en el siguiente partido descolgándose con cuerdas por el velódromo que tenía el antiguo pabellón de la calle Goya.
Esa misma temporada hubo una escisión en la Demencia, debido a la existencia de dos formas muy diferentes de entender lo que debía ser el grupo y su filosofía. Esta polémica se zanjó con la creación de Impresentables.
El incendio del Palacio de los Deportes, que definitivamente había sido gafado esa temporada, y la consiguiente mudanza a Vistalegre tuvieron un efecto revitalizador para la masa social estudiantil inesperado. Y la Demencia fue uno de sus principales pulmones. En los grandes partidos el fondo norte podían albergar hasta a 2000 personas de pie, algo inédito en el baloncesto español. Se hicieron comunes los mosaicos y los “tifos”, además de los desplazamientos masivos.
Pese a que el primer año no arrancó bien en lo deportivo, poco a poco los resultados fueron mejorando y Carabanchel volcándose con un “Estu” ganador que encandilaba con su juego. Fueron los años de las semifinales de Copa ULEB y Saporta, de las victorias un derbi sí y otro también… pero sobre todo, los de la final de Liga ACB, el cuarto subcampeonato liguero del Estudiantes en 2003/04. La afición colegial, de nuevo comandada por la Demencia, volvía a maravillar al mundo del baloncesto… aunque no olvidemos que también maravillaba el juego del equipo. “Lo veo tan chungo, tan rematadamente difícil… que hasta es posible”. Aunque no lo fue, como bien pega en esta eterna historia de 60 años de románticos perdedores que se ríen de las derrotas.
Patterson celebra con los dementes en el Saporta. Foto extraída del libro «Club Estudiantes. 60 años de baloncesto»
Además de en Vistalegre y el resto de pabellones ACB y alguno que otro europeo (Trieste, Nimega, Belgrado…) la Demencia se dejó sentir nuevamente en el Magariños. El conjunto femenino había logrado ascender a la máxima categoría, y esos primeros años en LF la grada demente del “Magata” volvía a parecer la de los años 80. Y es que el espíritu de aquel equipo era muy parecido al del “Estu” guerrillero de los Rementería, Gil y demás.
En la campaña 2005/06 Estudiantes cambia otra vez de cancha, y lo hace al Telefónica Arena de la Casa de Campo. Pese a que los resultados del equipo iban empeorando progresivamente, y la pérdida de masa social que produjo la mudanza era innegable, la Demencia siguió estando presente en lo bueno y en lo malo, siempre con el buen humor como nota más destacable.
Esta etapa vivió, como es natural un progresivo cambio generacional en el que, curiosamente, los alumnos del Ramiro comenzaban incluso a ser minoría. Algunos de sus hitos fueron los derbis contra el Real Madrid con sus “tifos” especiales, los viajes a Berlín y Salónica, a la Final a Cuatro de FIBA Cup de Girona… y, sobre todo, la temporada donde MMT Estudiantes rozó el descenso hasta la última jornada.
Aquí, la afición colegial demostró como ya había hecho en 1983 en Huesca que si saben estar en los buenos momentos también saben estar en los malos. La Demencia fue, una vez más, el verdadero director de la orquesta en que se convirtió la masa social estudiantil, unida en un solo grito: “que no bajamos”. Así, la recta final de esta temporada 2007/08 se convirtió en una gesta tras otra para espantar un descenso que se veía seguro: Granada, Menorca… y “orgasmo” final en León.
Y todo ese sufrimiento se supo sobrellevar al más puro estilo demente: con aplausos tras cada derrota y con cachondeo para esquivar las caras largas, que apenas duraban unos minutos, en cuanto alguien se atrevía a quitarle sangre al asunto.