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El 25 de febrero, en el partidazo en el Movistar Academy Magariños contra Valencia Basket, Bego de Santiago se retiraba al banquillo: le dolía, no pudo volver a jugar ese partido, pero no parecía mucho. Tres días después, jarro de agua fría: no parecía nada, pero era una fractura espiroidea del maleolo peroneal y rotura de la sindesmosis tibio-peronea que requeriría intervención quirúrgica.
La Copa, los partidos en el WiZink Center, la clasificación para playoffs y ese premio de postemporada… lo tuvo que vivir con muletas, en el banquillo. Ahora, tras meses de trabajo con los servicios médicos y de fisioterapia del club, Begoña vuelve a sentirse jugadora. En ese mismo «Magata» donde ha pasado tantas horas y donde sufrió la lesión, ahora vuelve a poder coger el balón, tirar a canasta. En definitiva: jugar al baloncesto, aunque de momento sea entrenando ella sola con ayuda de entrenadores del club.
«La verdad es que me encuentro bien. Empecé a hacer (entrenamientos en) pista la semana pasada y estoy cogiendo sensaciones», explica la canterana colegial. «Voy poquito a poco, al principio sentía un poco de rigidez, no dolor como tal pero sí una sensación extraña. Ahora, poco a poco, tengo que ir sumando acciones del juego y cogiendo confianza en ellas».
¿En qué toca centrarse cuando se lleva tanto sin jugar? De Santiago no se esconde. «Sobre todo lo que quiero trabajar es volver a coger el ritmo, a día de hoy me fatigo con hacer dos entradas. Quiero coger otra vez ritmo de partido, nivel de competición, para llegar a lo mejor posible a la pretemporada».
Y poniéndose objetivos, cuenta que «una vez que esté en forma, al ritmo al que estaban mis compañeras cuando acabaron la temporada, empezaré a trabajar en las cosas que quiero mejorar».
Reconoce que «me apetece trabajar porque al final llevo tres meses sin jugar. ¡Tengo ya mucho mono! Me apetece trabajar bastante, pero también hay tiempo para las vacaciones, el verano está para es, que si no luego la temporada se hace muy dura».
